lunes, 4 de julio de 2011

Sabías de los sueños imposibles.
     Sabías de las obstinadas sombras que ocultan ilusiones y anhelos.
     Sabías que la vida duele y se lleva muy lejos la esperanza.
     Sabías de oasis que semejan primaveras de colores inagotables.
     Sabías que es imposible controlar el sentimiento.
     Sabías que una sonrisa puede aventar la tristeza.
     Sabías que cuando el alma se ve invadida por el cuerpo, no hay retroceso.
     Sabías que la amante más dulce es la no poseída.
     Ni tú ni yo pudimos prever que palabras, sonrisas, miradas, complicidad, nos iban a enganchar el alma en una fuerza inexorable que dolía por no sabida, convirtiéndonos en insaciables del milagro increíble de la pasión y la ternura.
     Y sedientos, bebimos del elixir de los dioses.
     Y hambrientos, comimos de la carne vibrante en lujuria.
     Y ávidos rozamos labios húmedos en deseo.
     Y descubrimos la luz de los luceros, el sonido del lamento, la mirada bruja de la luna, el olor de la piel, el tacto de la arena y del salitre entre los dedos, la magia de la sombra reflejada en nuestro cuerpo.
     Hechizada por el sueño del profundo sentimiento, el peso de los párpados mojados de ausencia, la risa de los árboles en el camino, el fuego de tu pecho en mis caderas, la luz de tu amanecer en mis piernas, estoy…
… querido mío, fundida en la ventura de tu hoguera, acurrucada en la placidez de tu armonía.

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