Imagino, no sin cierta prepotencia, que a nadie le puede extrañar
que a esas horas en que las brujas invaden los prados envueltos
en las sombras de la noche cómplice de aquelarres y supersticiones enredando con sus ritos atávicos, mi código genético habitualmente caótico, explosionara fomentado, para mayor gloria de mi desatino,
por el cansancio de prosaicas logísticas y constantes interrupciones
de ideas descabelladas... decidiendo pasar todos los semáforos no sólo en rojo sino poniendo en riesgo la integridad de mi pequeño universo lleno de todas esas pequeñas cosas “que nos dejó un tiempo de rosas” y que yo cuido
con esmero y ternura desde que un pequeño atisbo de razón me permitió, generoso, alcanzarlo hace ya mucho tiempo.
Supuse que callando los acordes de las letras y escondiéndome bajo mi sombra, conseguiría estabilizar lo que nunca fue natural en mí:
la lógica continuada.
El nuevo día, radiante de sol en su amanecida y envuelto en vientos coléricos en su ocaso, lejanas las imágenes de pandemonios,
ha acariciado mi alma suavizado el cansancio, alertando mis sentidos y acelerando los latidos de ese corazón
músculo prosaico, motor metafórico de los sentimientos.
(del blog de Maria)
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