miércoles, 8 de junio de 2011

Canto malabar...

Adonde van los sueños cuando uno despierta?
Silencio a media voz, disipación del tiempo—
la muerte indecisa:
un murmullo que cruza en el estanque.
Tus brazos me rodean entre el sueño.
Tus brazos se disuelven en la nada.
Como árbol arrancado de un sedimento pobre.
Y en todas partes abundancia, vidas en flor.
Discurrir de insectos, zumbidos de abejas,
tus mieles que me ahogan.

Sin que lo sepa aún, envuelta en tu éxtasis
despierto, y tú te vas hundiendo en el silencio,
como esas capas de luz a punto de borrarse
fulguran todavía entre sus oros
antes de ir desertando la montaña,
la charca, el río, el campo abierto.
Sin saber en qué orilla del sueño, oigo a la vez,
 y los cantos a lo lejos.
Todo se detiene en tu silencio.
En mí tu imagen, ungida como una estatua,
tu mirada vuelta al infinito.

¿Quién despertó hacia qué? ¿Quién era el que soñaba?
La luz abrió en el tiempo una ráfaga oscura;
jugaba en los párpados.
La luna entera se derramó sobre el campo.
Y esa agua sobre la almohada como ambrosía,
pues al tiempo en que te duermes para siempre
despierto con un jugo muy dulce entre los labios,
exaltada en un gozo que fulgura en mi cabeza,
se enciende en mi espalda como anguilas.
Afuera la luna llena, músicas perdidas.
Tus ojos desde el fondo de una noche sin pausa.

 Elsa Cross.

                                                  Adriana Mufarrege,
                                                  Pileta (2007).


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