jueves, 6 de octubre de 2011

"... Era de noche cuando Irene y Francisco llegaron a casa de los Leal. Hilda terminaba de preparar una tortilla de papas y el intenso aroma del café recién colado impregnaba la cocina. Al quitar la imprenta, esa amplia habitación lució por vez primera  sus proporciones reales y todos pudieron apreciar su encanto: los viejos muebles de madera con cubierta de mármol, la nevera anticuada y al centro la mesa de mil usos donde se reunía la familia. En invierno constituía el lugar mas tibio y acogedor del mundo. Allí junto a la máquina de coser , la radio y la televisión encontraban la luz y el calor de una estufa a kerosén, del horno y de la plancha. Para Francisco no existía otro sitio mejor. Los más gratos recuerdos de su infancia transcurrieron en ese cuarto jugando, estudiando, hablando horas  por teléfono con alguna novia de trenzas escolares, mientras su madre, entonces joven y muy hermosa, se ocupaba de sus quehaceres canturreando aires de su España lejana. El ambiente siempre olía a yerbas frescas y especias para sazonar guisados y fritangas. Se mezclaban en deliciosa armonía ramas de romero, hojas de laurel, dientes de ajo, bulbos de cebolla, con las fragancias más sutiles de la canela, el clavo de olor, la vainilla, el anís y el chocolate para hornear panes y bizcochuelos.
Esa noche Hilda colaba unas cucharadas de auténtico café, regalo de Irene Beltrán, Esa ocasión merecía sacar de la alacena las pequeñas tazas de porcelana de su colección todas diferentes y tan delicadas como suspiros ..."

De amor y de sombra, Isabel Allende.
                                      Bowls de leche y jugo (1881)
                                      Paul Cezzanne

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