miércoles, 7 de septiembre de 2011

Si cada parcela de un cuerpo se llena para nosotros de tantas significaciones trastornadoras como los rasgos de un rostro;
si un solo ser, en vez de inspirarnos irritación, placer o hastío, nos hostiga como una música y nos atormenta como un problema; 
si pasa de la periferia de nuestro universo a su centro, llegando a ser más indispensable que nuetro propio ser, entonces tiene lugar el asombroso prodigio en el que veo,
más que un simple juego de la carne, una invasión de la carne por el espíritu.


Memorias de Adriano
de Marguerite Yourcenar.


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